
EL CARÁCTER SIMBÓLICO DEL SER HUMANO:
PENSAMIENTO Y LENGUAJE.
1. El concepto de inteligencia
el esfuerzo por comprender la auténtica realidad de los seres y las cosas
la capacidad para resolver problemas y encontrar soluciones nuevas
la actividad de concebir, juzgar y razonar
la aptitud para reflexionar sobre uno mismo y sobre los contenidos cognitivos que se poseen
la elaboración de la cultura, de las ciencias y de las técnicas
la constitución de las relaciones sociales, sus instituciones y leyes
la función y la capacidad de transmitir contenidos, actividades y valores culturales: ideas, creencias, normas, costumbres, etc.
La inteligencia constituye esencialmente la facultad superior de los seres humanos, en virtud de la cual éstos interpretan el mundo, resuelven las dificultades que el medio les plantea y crean las técnicas, las ciencias y las culturas. En la historia de la Psicología, los psicólogos no han conseguido ponerse de acuerdo a la hora de dar una definición de inteligencia; así, Köhler la define como «la capacidad especial para adquirir conocimientos nuevos», mientras que Stern (el introductor del Cociente de Inteligencia), considera que es «la capacidad de adoptar el pensamiento a las necesidades del momento presente»; Wenz, por su parte, llama inteligencia a «la capacidad de comprender y establecer significaciones, relaciones y conexiones de sentido».
Frente a la diversidad de significados que reflejan las anteriores sentencias, algunos psicólogos, antes que definirla, prefieren destacar ciertos rasgos descriptivos de lo que tradicionalmente suele considerarse como inteligencia. Algunos de estos rasgos son:
Algunas teorías consideran a la inteligencia como la diferente capacidad de adaptación que poseen los individuos, sobre todo en lo que se refiere a situaciones nuevas. Esta adaptación no se produce exclusivamente por mecanismos automáticos, sino mediante el uso de la mente. Se destacan así la versatilidad y la adaptabilidad como rasgos esenciales de la inteligencia.
Otras opciones consideran que ser inteligente es saber resolver problemas de la manera más satisfactoria posible para el organismo. Lo anterior exige una capacidad de pensar y decidir estrategias para la resolución del problema.
De esa manera, resaltan la originalidad y el pensamiento creativo en la constitución de la inteligencia.
Ciertas teorías cognitivas insisten más en otro aspecto de la inteligencia: la capacidad de procesar racionalmente la información. Se destacan así las funciones del razonamiento y el pensamiento lógico como las más definitorias de la conducta inteligente.
Ante tal disparidad de criterios, Thorndike destacó tres tipos diferentes de inteligencia: la inteligencia práctica, la conceptual o abstracta y la social.
En suma, podemos decir que el concepto de inteligencia engloba un conjunto de aptitudes (aprendizaje, memoria, almacenamiento de información, percepción selectiva, lenguaje, razonamiento, etc.) que permite al ser humano adaptarse al mundo que le rodea y solucionar sus problemas con eficacia.
Ciertas teorías cognitivas insisten más en otro aspecto de la inteligencia: la capacidad de procesar racionalmente la información. Se destacan así las funciones del razonamiento y el pensamiento lógico como las más definitorias de la conducta inteligente.
Ante tal disparidad de criterios, Thorndike destacó tres tipos diferentes de inteligencia: la inteligencia práctica, la conceptual o abstracta y la social.
En suma, podemos decir que el concepto de inteligencia engloba un conjunto de aptitudes (aprendizaje, memoria, almacenamiento de información, percepción selectiva, lenguaje, razonamiento, etc.) que permite al ser humano adaptarse al mundo que le rodea y solucionar sus problemas con eficacia.
1.1 Teorías sobre la inteligencia
Estas teorías influyeron en Galton, el cual creía que la inteligencia se asentaba sobre una base genética, siendo prácticamente nula la influencia de los aprendizajes y la educación en la capacidad intelectual de las personas. Supuso que la inteligencia estaba directamente relacionada con la rapidez mostrada por un individuo en la ejecución de ciertas tareas. Estas teorías erróneas fueron sustituidas en este siglo por otras teorías, entre las que destacan las teorías factoriales y las teorías cognitivas.
1.1.1 Teorías factoriales
En 1927 Spearman dio a conocer su teoría de los dos factores, según la cual existe una inteligencia general, denominada g, que se caracteriza por estar presente en todos los procesos intelectuales llevados a cabo por los seres humanos. Además de la inteligencia general, existe otro factor específico, el denominado factor s, responsable de la habilidad necesaria para la realización de una tarea concreta. Este último posee una función puramente complementaria, siendo el factor gel más importante.
En la actualidad esta teoría bifactorial ha sido sustituida por una teoría multifactorial según la cual la inteligencia se compone de numerosas aptitudes lo suficientemente diferenciadas y relativamente independientes entre sí.
1.1.2 Teorías cognitivas
El punto de partida teórico de los modelos cognitivos consiste en el supuesto de que ser inteligente significa en puridad ser capaz de aprender. En la comprensión, entendida como resultado global de la inteligencia, influyen factores cognitivos no cuantificables, tales como esquemas, estructuras mentales, expectativas, motivaciones ... Dentro de este enfoque, el modelo más conocido es la teoría triárquica de Stenberg, según la cual existen tres tipos de inteligencia:
La competencial, cuya función consiste en establecer relaciones con el mundo interno del sujeto. Sternberg llama componentes a los procesos cognitivos del individuo. Distingue entre componentes globales (involucrados en todos los comportamientos inteligentes), de clase (sólo en un tipo de comportamiento) y específicos (en uno solo). Estos mecanismos cognitivos capacitan al sujeto para el procesamiento adecuado de la información. Gracias a ellos, nuestro cerebro puede operar con todos los sistemas disponibles. Almacenar la información, codificarla, transferirla o situaciones nuevas que deben ser comprendidas, almacenar experiencias pasadas, etc., son operaciones o procesos cognitivos que permiten al individuo la elaboración de estrategias en la resolución de problemas.
La experiencial, es decir, las experiencias vitales del sujeto. Si éstas han sido interiorizadas y almacenadas convenientemente, contribuyen a una mejor resolución de los conflictos novedosos que puedan aparecer. De esa manera, las distintas experiencias particulares transformarían los procesos cognitivos de cada persona.
La práctica o social; tiene que ver con los procesos de socialización del sujeto, permitiendo su adaptación al medio humano en que se desenvuelve.
2. El pensamiento
2.1 La actividad del pensamiento
en un sentido general, es casi sinónimo de inteligencia y significa la capacidad de resolver problemas y de adaptarse a la realidad
en un sentido más estricto, en cambio, designa la actividad de concebir un proyecto en la mente, es decir, la actividad intelectual dirigida a meditar sobre nuestros propios contenidos mentales.
En este sentido, hay que distinguir entre los motivos que nos llevan a pensar y el fin que se pretende o se consigue con el pensamiento y la propia actividad de éste. La actividad de pensar puede deberse a los más diversos problemas y con ella podemos perseguir objetivos económicos, morales, artísticos, etc., pero una cosa son los motivos y los fines y otra muy distinta la actividad. Al pensar, el ser humano se vuelve de espaldas a la realidad, prescinde de los motivos que le llevaron a pensar y se queda a solas con su propio pensamiento, para examinar sus contenidos conceptuales con el fin de encontrar una explicación dentro de sí, en su intimidad.
2.2 Los elementos del pensamiento: conceptos, juicios y razonamientos
Al pensar manejamos conceptos (o ideas), establecemos juicios y realizamos inferencias (o razonamientos). Conviene, por tanto, esclarecer el significado de estos contenidos mentales.
Desde el punto de vista psicológico, podemos entender por conceptola aprehensión mental (o intencional) de un objeto, es decir, la representación de los objetos en nuestra mente. Dicha representación puede llevarse a cabo mediante multitud de signos o esquemas, pero todos ellos coinciden en mostrarnos, de alguna manera, los objetos o las cosas; por ejemplo, si en una clase se pide a los alumnos que piensen en el triángulo, cada uno puede proceder de distinta manera, unos evocarán la palabra “triángulo”, otros se representarán la escuadra y el cartabón, los terceros se imaginarán el triángulo pintado en la pizarra o en un cuaderno, …; pero, a pesar de que los actos y los signos utilizados para pensar el objeto triángulo sean distintos, aunque sean diferentes los “dibujos” o “esquemas” mentales que cada uno realice, todos piensan en el mismo objeto, en el triángulo, por medio del concepto o idea que surge en su mente.
Cuando, ayudados por los conceptos, compramos, relacionamos unos objetos con otros o unas cualidades con otras, realizamos una nueva actividad mental llamada juicio, que consiste en establecer determinadas correspondencias entre unos conceptos y otros o, expresado de otra manera, juzgar consiste en afirmar que algo es (o no es) de tal manera o que guarda tales o cuales relaciones.
Pero, además de concebir y de juzgar, efectuamos una tercera operación intelectual, a saber, la inferencia o razonamiento, que consiste en comparar los contenidos expresados en dos o más juicios para deducir nuevas verdades (para encontrar contenidos nuevos o para justificar los que anteriormente habíamos establecido). Así pues, en concordancia con lo que acabamos de expresar, al pensar utilizamos conceptos, juicios y raciocinios; ahora bien, además de estas actividades, en el pensamiento intervienen también otros muchos actos de percepción, imaginación, memoria, sentimiento y voluntad.
3. Relaciones entre el pensamiento y el lenguaje
Las respuestas a estas preguntas han sido muy variadas; algunos psicólogos, principalmente los conductistas, han tendido a identificar pensamiento y lenguaje, pues, según ellos, el único pensamiento posible es el que se manifiesta en el lenguaje o, expresado de otra manera, pensar es hablar (hablar con uno mismo) y hablar es pensar. La mayoría de los científicos, en cambio, son proclives a diferenciar entre pensamiento y lenguaje; en este sentido, podemos distinguir las dos posturas siguientes:
3.1 El lenguaje es anterior al pensamiento y éste depende de aquél
Según Cassirer entre pensamiento y lenguaje, entre los aspectos sensibles de las palabras y lo espiritual, propio del pensamiento, existe una inevitable reciprocidad en la que se determina y toma su propio sentido cada uno de estos dos órdenes. El mundo del pensamiento habría de quedar en la pura indeterminación si no contase con una forma de expresión en la que cristalizar. A su vez, el signo lingüístico únicamente puede llegar a ser tal en virtud de la penetración intencional que el mundo conceptual realiza en él:
El signo no es una mera envoltura eventual del pensamiento, sino su órgano esencial y necesario. No sirve sólo para la comunicación de un contenido de pensamiento conclusivamente dado, sino que es el instrumento en virtud del cual ese mismo contenido se constituye y define completamente (Cassirer, E., Filosofía de las formas simbólicas, vol. I., FCE, México, 1971, p. 27)En el mismo sentido, Merleau-Ponty afirma:
No existe el pensamiento y el lenguaje por separado, sino que cada uno de los dos órdenes se desdobla en el examen y un ramal envía al otro. Existen las palabras sensatas que llamamos pensamiento y las palabras fallidas. Cuando no comprendemos es cuando decimos: esto no son más que palabras, y, por el contrario, que nuestros propios discursos son para nosotros puro pensamiento. Los pensamientos que tapizan la palabra y hacen de ella un sistema comprensible, los campos o dimensiones de pensamiento que los grandes autores y nuestro propio trabajo han establecido en nosotros, son conjuntos abiertos de significados disponibles que nosotros no reactivamos, son surcos del pensar que no trazamos de nuevo, sino que nosotros continuamos (Signos, Barcelona, Seix Barral, 1973, pp. 26-27)
3.2 El pensamiento es anterior al lenguaje
De acuerdo con estas posiciones, aunque el pensamiento propiamente humano se encuentra adscrito en gran medida a la lengua, el pensamiento es anterior al lenguaje y posee una amplitud mucho mayor. A este respecto, Bergson indica que “el pensamiento es inconmensurable con el lenguaje”, lo que significa, aproximadamente, que no todo pensamiento se puede expresar, transmitir o comunicar de forma fidedigna mediante el lenguaje, ya que éste posee sus límites y habitualmente las personas se encuentran multitud de dificultades para precisar todo lo que piensan. Piaget afirma que el lenguaje pasa por diversas fases que son precedidas por niveles distintos de pensamiento; por ejemplo, sólo cuando el niño posee las nociones de su mamá, de su chupete y de su perro puede aprender el significado de las palabras “mamá”, “chupete” y “perro”. Pero los defensores de esta teoría reconocen que, aunque el pensamiento sea anterior al lenguaje, el perfeccionamiento de éste potencia la capacidad intelectual y permite un mayor desarrollo cultural y humano de los individuos; una adecuada formación lingüística favorece la actividad intelectual.
Entre los defensores de esta tesis se encuentra Aristóteles, el cual establece la anterioridad del pensamiento, mientras que el lenguaje no es otra cosa que un signo convencional con el que nos referimos a las cosas. Los conceptos se obtienen mediante abstracción, pero las palabras no guardan ninguna relación de semejanza con los conceptos, por lo que no pueden ser considerados ni jugar ningún papel decisivo para desencadenar el proceso cognoscitivo:
Las palabras habladas son símbolos o signos de las afecciones del alma; las palabras escritas son signos de las palabras habladas. Al igual que la escritura, tampoco el lenguaje es el mismo para todas las razas de los hombres. Pero las afecciones mentales en sí mismas, de las que las palabras son primariamente signos, son las mismas para toda la humanidad, como lo son también los objetos, de los que esas afecciones son representaciones, semejanzas, imágenes o copias (Aristóteles, De interpretatione, 16a)
4. Otros aspectos del lenguaje
El lenguaje es un poderoso medio de aculturación. Las personas desde que nacemos nos encontramos sometidas a un continuo aprendizaje social, que, paulatinamente, nos hace interiorizar los distintos contenidos culturales, científicos y morales; pues bien, aunque sin duda intervienen también otros elementos, el lenguaje constituye el factor principal de este proceso.
El lenguaje condiciona fuertemente, casi determina, los contenidos culturales. El lenguaje, en tanto en cuanto que es un poderoso medio de aculturación, es decir, de asimilación cultural, constituye una especie de aduana que deja pasar fácilmente una parte de los contenidos cognoscitivos, pero que, al mismo tiempo, dificulta o impide el resto; por ejemplo, nuestro lenguaje sirve bastante bien para transmitir enunciados matemáticos, pero encuentra algunas dificultades para explicar las materias que configuran las ciencias físicas y resulta más oscuro cuando se refiere a los contenidos de las ciencias humanas y limitado e insuficiente a la hora de expresar nuestras vivencias y nuestros sentimientos
Lenguaje y sociedad son inseparables. El lenguaje adquiere su pleno significado en la sociedad, pues, por una parte, la sociabilidad del ser humano resultaría imposible sin el lenguaje y, por otra, sólo en la sociedad puede adquirir el lenguaje un determinado grado de complejidad y universalidad; en este sentido, el lenguaje favorece la integración social y la sociedad favorece el desarrollo del lenguaje
Es muy dudoso que pueda existir un pensamiento sin lenguaje. Al pensar utilizamos diversas clases de signos lingüísticos, de tal manera, que resulta muy difícil concebir un pensamiento sin lenguaje y, en el fondo, pensar es hablar: para que una persona pueda decir algo a alguien es preciso que con anterioridad se lo diga a sí misma, esto es, que lo piense, y no existe el pensar si no se habla con uno mismo. El lenguaje, pues, antes de ser instrumento de comunicación, es instrumento de pensamiento.
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